los que tiene en la Iglesia el laicado y el bajo clero. De hecho, en el actual Sínodo se da
mucha importancia a la superación del clericalismo.
Pero veamos lo que ocurre con el principal punto de la misión de Jesús, el que define esa
misión. Cuando se le preguntó a Jesús: ¿Tú, eres rey?, su respuesta fue: Tú lo dices, soy
rey, para esto he nacido y para esto he venido al mundo. Jesús valoraba el amor al
prójimo, las obras de misericordia. Pero esas obras, por sí mismas, no contribuyen a
establecer en el mundo el Reino de Dios. No contribuyen a cambiar las estructuras
económicas que generan la pobreza. El sistema social imperante está montado sobre la
desigualdad, el dominio de los poderosos sobre los débiles. Desde la época de Jesús siguió
habiendo guerras por la contradicciones generadas por intereses egoístas enfrentados. La
Iglesia no sabe, ni puede, ni quiere poner fin a eso. Pero justamente eso es lo que Jesús
quiere cambiar, y contribuir a ello es justamente lo que Jesús espera de sus seguidores.
Jesús fue perseguido hasta la muerte porque representaba una amenaza para el sistema de
dominación. Ningún sistema de dominación persigue a nadie por hacer obras de caridad.
Pero Jesús dejó claro que su proyecto del Reino de Dios entraba en confrontación, en
contradicción con el sistema imperante. A sus discípulos les decía que se les perseguiría
como a él y a los profetas que fueron antes. Si los dominadores persiguieron a los profetas y
a Jesús es por que vieron en ellos, en su proyecto, una amenaza para el dominio que
ejercían. Jesús presentó ese proyecto en la sinagoga de Nazaret. Eligió para leer el rollo de
Isaías, y fue al siguiente texto: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, vendar a los quebrantados de
corazón, proclamar libertad a los cautivos y a los prisioneros, proclamar el Año de
Gracia del Señor. El profeta que Jesús leía había sido condenado a muerte por un rey de
Judá: se le introdujo en el tronco hueco de un árbol y se le aserró por la mitad. Había
desafiado al sistema dominante. Y cuando Jesús, después de la lectura dijo: Hoy se ha
cumplido esta Escritura delante de vosotros, estaba declarando la guerra al sistema
dominante, se estaba insertando en la tradición profética, no institucional, y se declaraba
dispuesto a cumplir el programa profético.
E
l
“A
ño de
G
racia del
S
eñor
”
es lo que en otro lugar de la
E
scritura se deno
m
ina
“A
ño jubilar
”,
en el que debían ser liberados los esclavos
,
ser canceladas las deudas
,
y las tierras confiscadas
o hipotecadas debían ser devueltas a los dueños anteriores. Esta última medida significaba
establecer entre las familias una igualdad que se suponía estableció Josué en el reparto tras
la conquista de la Tierra Prometida. Quizá este hecho no sea histórico pero simboliza la
abolición del mercado que genera desigualdad. La doctrina del Año jubilar jamás se aplicó
en el antiguo Israel. Quedó como una promesa que cumpliría el Mesías que habría de venir.
Pues bien, la Iglesia que se declara asamblea de los seguidores de Jesús no es profética, es
institucional, como lo era también el antiguo Sanedrín. Tiene intereses y compromisos que
la obligan a relacionarse cordialmente con las instituciones y reinos de este mundo. Nunca
estuvo, ni está ahora, dispuesta a luchar por la igualdad de todos los seres humanos.
Combatió a todos los movimientos, internos y externos a ella, que lucharon por ese
objetivo; recordemos el caso de la Teología de la Liberación, y la hostilidad que la Iglesia
manifestó en los últimos siglos hacia las fuerzas políticas de izquierda que en este tema
están más cerca que ella del proyecto de Jesús. Jesús, al definir a Dios como Padre de todos
los hombres, estaba declarando que todos somos hermanos y por lo tanto iguales.
Escandalosamente, el posicionamiento anti-igualitario de la Iglesia-institución defendiendo
los sistemas de dominación tiene por finalidad instalarse en ellos, recibir sus prebendas; el
caso de las Inmatriculaciones en nuestro país es muy elocuente sobre esto.
C
oncluyendo
,
no nos senti
m
os autorizados a negarle a la
I
glesia
C
atólica su condición de asa
m
blea
de seguidores de Jesús de Nazaret, pero tenemos que declarar que, con su posicionamiento
acerca del
principal punto de la misión de Jesús
, está defraudando al Maestro.